jueves, 18 de diciembre de 2008

SPOT GANADOR DEL CONCURSO CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO. EXTREMECEDOR...

ANTE EL MALTRATADOR TOLERANCIA CERO

LA EDUCACIÓN ES LA SOLUCIÓN


He encontrado un recurso didáctico de la Consejería de Educación y ciencia de la Junta de Andalucía, para trabajar la violencia de género con personas adultas. Lo he escogido, porque me ha parecido muy interesante, ya que se basa en muchos de los valores en los cuales yo creo, como una educación crítica para la consecución de una libertad y autonomía personal. En mi opinión, la educación es la base para conseguir erradicar cualquier tipo de violencia.
Los objetivos que persigue este recurso son los siguientes:
1. Concienciar sobre el abuso de poder en relaciones de desigualdad, como son las relaciones de género: la pareja y la familia.
2. Aportar estrategias personales de cambios de conductas dominantes-sumisas.
3. Eliminar actitudes basadas en la relación víctima-agresor en relaciones de género.
4. Proveer a las personas adultas de recursos de autoayuda para reducir las posibles consecuencias de relaciones traumáticas y, por consiguiente, la necesidad de descargar en víctimas propiciatorias (minorías raciales, menores de edad y mujeres).
5. Potenciar la autoestima como vía de eliminación de la relación víctima-agresor

También proponen una serie de actividades (trabajar los mitos existentes en la sociedad, responder a una serie de preguntas y reflexionar sobre las mismas, debatir...) para trabajar con las personas participantes. No las escribo porque son muchas y muy extensas, y para el que las quiera mirar pongo la página en la que aparecen. No tienen desperdicio, son muy completas y enriquecedoras, ya que permiten reflexionar, rompen barreras y prejuicios que nosotras mimas tenememos, nos previene de posibles agresiones, nos conciencian a todos un poquito más de las agresiones que sufren muchas mujeres...

Se trabajan tres áreas que tienen mucho que ver con el tema de este blog, la agresividad. La primera de ellas es la manera de combatir la violencia de género; La segunda trata sobre el desarrollo de recursos personales que nos permitan combatir la violencia de género y por último trabaja las actividades mencionadas más arriba.
http://www.juntadeandalucia.es/averroes/valores/genero_adultos.pdf

EL CASTIGO: ¿UNA DISUASIÓN EFECTIVA DE LA VIOLENCIA?


Existen pruebas que llevan a la conclusión de que el castigo puede resultar efectivo a la hora de disuadir a los individuos de desarrollar determinadas formas de conducta. Sin embargo, estos efectos no son ni automáticos ni seguros. A menos que el castigo sea aplicado de acuerdo a unos principios básicos, puede resultar totalmente ineficiente. ¿Qué condiciones se pueden cumplir para que el castigo sea efectivo? Primero, debe ser inmediato. Segundo, debe ser cierto ( la probabilidad de que el castigo siga a la agresión debe ser de un cien por cien). Tercero, debe ser estricto. Por último, debe ser visto como justificado; si, por el contrario, es percibido por los destinatarios como un hecho aleatorio o no relacionado con sus acciones pasadas, sus efectos disuasorios se ven enormemente reducidos.
Desafortunadamente, como podemos ver, estas condiciones a menudo no están presentes en los sistemas de justicia criminal de muchas naciones. En muchas sociedades, la aplicación de un castigo por acciones agresivas es demorada durante meses o incluso años, muchos criminales se salvan del arresto y de la condena, la magnitud del castigo varía dependiendo del tribunal o de la jurisdicción... El castigo es a menudo percibido como injustificado o injusto por los que lo reciben. Teniendo en cuenta todos estos factores, no es de extrañar que el castigo pueda parecer un medio ineficaz de disuasión de violencia.
Voy a entrar en un tema polémico. LA PENA CAPITAL. Dejando a un lado las consideraciones éticas que puedan surgir, nos preguntamos: ¿Es ésta una disuasora efectiva de los crímenes violentos? Pongo el debate sobre la mesa...

¿EXISTEN REALMENTE DIFERENCIAS DE GÉNERO EN LA AGRESIVIDAD?



¿Son los hombres más agresivos que las mujeres? El folklore afirma que sí, y los resultados de investigaciones sugieren que , en este caso, los hombres tienen más tendencia a desarrollar una agresividad física. Sin embargo, las mujeres suelen mostrar otras formas de agresividad, principalmente la agresión verbal y la indirecta.
¿ESTAS DIFERENCIAS A QUÉ SE DEBEN? La mayoría de psicólogos sociales creen que cuando estas diferencias ocurren son el resultado de una serie de factores sociales: un contraste de expectativas y estereotipos sobre cuál es el comportamiento apropiado para hombres y mujeres en una determinada sociedad. Así, no debería sorprendernos que muchos psicólogos sociales expliquen las diferencias de género en la agresividad en términos similares. Por ejemplo, Eagly y Wood, 1991, ofrecen una interpretación de los roles sociales para las diferencias de género en la agresividad. Segú esta idea, muchas sociedades esperan que los hombres sean más firmes y autoritarios -y agresivos- que las mujeres, pero también esperan de ellas que sean más emocionales y que se preocupen más por el bienestar de los demás. Estos investigadores afirman que dichas expectativas contrastadas explican las diferencias de género en la agresividad.

UN ARTÍCULO SOBRE LA VIOLENCIA LABORAL



IÑAKI PIÑUEL
19-1-2005

Aún se desconocen las circunstancias que empujaron ayer, de forma absolutamente injustificable, a un trabajador a emprenderla a navajazos con sus compañeros. Vaya también por delante que no hay sospecha alguna sobre la empresa en cuestión, ni sobre los otros trabajadores. Tal vez todo fue provocado por una enajenación mental. Pero el suceso nos hace reflexionar sobre un fenómeno que es ya una epidemia: cómo la extensión creciente en el ámbito laboral de la violencia, el hostigamiento, el maltrato, la falta de respeto y la vulneración de la dignidad del trabajador, unidas al frecuente y defensivo síndrome de «no va conmigo» en que incurren las organizaciones, puede perfectamente explicar -aunque, insisto, nunca justificar- el que una persona termine perdiendo los nervios y la cabeza.

La violencia psicológica lo invade todo: acoso psicológico entre los escolares, maltrato doméstico, hostigamiento vecinal, acoso político y, cómo no, acoso psicológico en el trabajo o «mobbing». En los últimos años he podido escuchar en la investigación y asistencia psicológica de los trabajadores acosados numerosos relatos de personas «normales», aunque dañadas por el «mobbing», horrorizadas ante sus ideas recurrentes de agredir, machacar o asesinar a sus acosadores laborales.

Estas formas de terminar con una situación de acoso psicologico mediante la agresión son extremadamente raras. Afectan tan solo al 1 por ciento de los casos. Lo más frecuente es que, con el tiempo, las víctimas de «mobbing» entren en una creciente paralización que las lleva a la indefensión, fuente posterior de la mayor parte de los cuadros psicológicos que suelen producirse a consecuencia del daño recibido. Es muy difícil explicar aquí la tremenda vivencia de terror, angustia y desesperanza de estas personas.

Trabajadores normales, perfectamente válidos para realizar su labor, aunque víctimas de los celos o de las rivalidades, mujeres que reclaman la igualdad en el trato, en las oportunidades, o simplemente se resisten a la arbitrariedad o la falta de respeto a su dignidad, jóvenes en situaciones laborales precarias que les exponen a la vulnerabilidad del abuso sobre ellos, personas intelectualmente brillantes que despiertan por sus capacidades o éxitos profesionales las envidias de sus compañeros o jefes... Tal es el perfil habitual de las víctimas del acoso psicológico en el trabajo.

El de los acosadores laborales es también un perfil muy específico: jefes mediocres a la defensiva, directivos narcisistas con complejos de inferioridad, psicópatas organizacionales que no se detienen ante nada ni nadie ante sus propósitos en la escalada hacia posiciones de mayor poder en la organización.

ESTE ESCRITO ME IMPACTÓ... Y NO ES PARA MENOS


El otro día me mandaron un email de Fernando Orden Rueda, un chico de 2º de Bachillerato, de Ciencias de la Salud. IES Bioclimático, de Badajoz. Éste ganó el II Premio del II Concurso Nacional 'Carta a un maltratador', convocado por la Asociación 'Juntos contra la violencia doméstica'. La carta es impresionante, y no creo que deje indiferente a nadie. Merece la pena leerla.



Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has humillado, porque la has menospreciado, porque la has golpeado, abofeteado, escupido, insultado… porque la has maltratado. ¿Por qué la maltratas? Dices que es su culpa, ¿verdad? Que es ella la que te saca de tus casillas, siempre contradiciendo y exigiendo dinero para cosas innecesarias o que detestas: detergente, bayetas, verduras… Es entonces, en medio de una discusión cuando tú, con tu 'método de disciplina' intentas educarla, para que aprenda. Encima lloriquea, si además vive de tu sueldo y tiene tanta suerte contigo, un hombre de ideas claras, respetable. ¿De qué se queja?

Te lo diré: Se queja porque no vive, porque vive, pero muerta. Haces que se sienta fea, bruta, inferior, torpe… La acobardas, la empujas, le das patadas…, patadas que yo también sufría.

Hasta aquel último día. Eran las once de la mañana y mamá estaba sentada en el sofá, la mirada dispersa, la cara pálida, con ojeras. No había dormido en toda la noche, como otras muchas, por miedo a que llegaras, por pánico a que aparecieses y te apeteciera follarla (hacer el amor dirías) o darle una paliza con la que solías esconder la impotencia de tu borrachera. Ella seguía guapa a pesar de todo y yo me había quedado tranquilo y confortable con mis piernecitas dobladas. Ya había hecho la casa, fregado el suelo y planchado tu ropa. De repente, suena la cerradura, su mirada se dirige hacia la puerta y apareces tú: la camisa por fuera, sin corbata y ebrio. Como tantas veces. Mamá temblaba. Yo también. Ocurría casi cada día, pero no nos acostumbrábamos. En ocasiones ella se había preguntado: ¿y si hoy se le va la mano y me mata? La pobre creía que tenía que aguantar, en el fondo pensaba en parte era culpa suya, que tú eras bueno, le dabas un hogar y una vida y en cambio ella no conseguía hacer siempre bien lo que tú querías. Yo intentaba que ella viera cómo eres en realidad. Se lo explicaba porque quería huir de allí, irnos los dos…Mas, desafortunadamente, no conseguí hacerme entender.

Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta. Mamá dijo que no era el momento ni la situación, suplicó que te acostases, estarías cansado. Pero tu realidad era otra. Crees que siempre puedes hacer lo que quieres. La forzaste, le agarraste las muñecas, la empujaste y la empotraste contra la pared. Como siempre, al final ella terminaba cediendo. Yo, a mi manera gritaba, decía: mamá no, no lo permitas. De repente me oyó. ¡Esta vez sí que no!–dijo para adentro-, sujetó tus manos, te propinó un buen codazo y logró escapar. Recuerdo cómo cambió tu cara en ese momento. Sorprendido, confuso, claro, porque ella jamás se había negado a nada.

Me puse contento antes de tiempo.

Porque tú no lo ibas a consentir. Era necesario el castigo para educarla. Cuando una mujer hace algo mal hay que enseñarla. Y lo que funciona mejor es la fuerza: puñetazo por la boca y patada por la barriga una y otra vez…

Y sucedió.

Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra sus paredes. Agarraba su útero con mis manitas tan pequeñas todavía porque quería vivir. Salía la sangre y yo me debilitaba. Me dolía todo y me dolía también el cuerpo de mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella caía desmayada en un charco de sangre.

Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la palabra mamá. Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mí.

Y ahora me dirijo a tí. Esta carta es para tí, cabrón: por ella, por la que debió ser mi madre y nunca tuvo un hijo. También por mí que sólo fui un feto a quien negaste el derecho a la vida.

Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue. Muy triste, pero serenamente, sin violencia, te denunció y dejó que la justicia decidiera tu destino. Y otra cosa: nunca tuve que llevar tu nombre ni llamarte papá. Ni saber que otros hijos felices de padres humanos señalaban al mío porque en el barrio todos sabían que tú eres un maltratador. Y como todos ellos, un hombre débil. Una alimaña. Un cabrón.